jueves, 4 de octubre de 2007

A rodar, vida mía

Es como cuando se está solo en un pasillo. Muchas puertas. Todas aparentemente iguales.


Veo el cerro hacia abajo y la curva precisa desde la cima hasta el supuesto valle. Y las ganas de tirarme rodando me asechan. Me encantaría rodar y rodar hasta llegar a las faldas del cerro y quedar tendido en el pasto, abajo, bocabajo o de espalda, da igual. En el pasto medio seco, silencioso, solitario.
Pero las piedras, los matorrales, las ramas espinozas, el barro. Aumentan las ganas de rodas y rodar.

Rodar por entre las flores secas. (Steve: pum, pum, pupupum, pupumpuu... etcétera)






Ayer leí el mismo libro otra vez.
Si. El mismo.
Si. Ya lo había leído muchas veces.
Si. Lo he leído tantas veces que ya siento que yo lo hubiese escrito.
De hecho, lo he leído tantas veces que creo que nadie más lo ha leído.
Lo he leído tantas veces que creo que si se hiciera una estadística, un noventa porciento de las lecturas al libro las he hecho yo.
¡Qué terrible!
¿Terrible?
Si.

Lo leí de nuevo.
Me gustó lo mismo y me desagradó lo mismo.

A veces debería preguntarme qué sería de ese libro sin mí.
Quizás nadie lo hubiese leído.


Quiero salir, sí, yo quiero vivir
y quiero dejar una suerte de señal
si un corazón triste pudo ver la luz
si hice mas liviano el peso de tu cruz
nada mas me importa en esta vida aún.
Chau, hasta mañana.




Y como dijo una gran mujer (a la que quiero mucho):
Me encanta la expresión "al carajo".



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1 comentario:

María José Fuentes dijo...

Y es que la vida es un poco eso: rodar hacia abajo. Misteriosamente al tocar fondo uno sale ejectado al cielo.

Usted también es parte de la constelación que se ve con los ojos cerrados. Ese es el truco. Tener corazón telescópico.

Abrazo!

Mis amigas me contaron que te vieron en Portal Lyon y que les dio plancha saludarte, jajajaja, se ponen tímidas de repente.