lunes, 5 de mayo de 2008

Y que el problema sea tan simple...

Y que de todos modos no sepamos solucionarlo.


Que la diferencia entre un problema y una solución sea tan poca, hace que hallemos esa diferencia enorme. Porque no vemos que la solución se mantiene siempre a un par de metros del problema y está en nosotros la dificultad para darnos cuenta.

¿Cuántas veces me han dicho eso?


Penélope, con su bolso de piel marrón y sus zapatos de tacón y su vestido de domingo.
Penélope, se sienta en un banco en el andén y espera que llegue el primer tren, meneando el abanico.

Dicen en el pueblo que un caminante paró su reloj, una tarde de primavera.
Adiós amor mío, no me llores, volveré antes que de los sauces caigan las hojas.
Piénsa en mí, volveré, es por tí.

Pobre infeliz, se paró tu reloj infantil una tarde promiza de abril, cuando se fue tu amante.
Se marchitó, en tu huerto, hasta la última flor, no hay un sauce en la calle mayor para Penélope.

Laralalá...

.....

Dicen en el pueblo que el caminante volvió... La encontró en su banco de pino verde.
La llamó Penélope, mi amante fiel, mi paz...
Deja ya, de tejer sueños en tu mente...
Mírame, soy tu amor, regresé....


Como diría un amigo mío... Acabo de entender la letra de la canción.


Penélope NO se dió cuenta que en frente de ella estaba por quién sufría, por quién lloraba, por quién la historia de su vida valía la pena ser contada.
En efecto, si hubiese reconocido a su amante adorado, Serrat no nos hubiese contado tal historia.


Así es la poesía, pues.
Como el ejercicio físico.
Si no duele, no sirve.


Me han dicho tantas veces que las soluciones están más cerca de lo que creo.
Creo que me han dicho muchas cosas.


Creo que prefiero meditarlo un poco más.
Aunque de tanto meditar se me ha ido la vida.






.